Una Fábula para todas las personas que luchan por sus sueños en equipo, los que nunca abandonan y los que no permiten que los cazadores se los quiten…

En tiempos lejanos, la Tortuga, el Gamo, el Ratón y la Corneja vivían juntos, unidos por una buena amistad.

Cada mañana, mientras el Gamo, el Ratón y la Corneja iban en busca de alimentos, la Tortuga se llegaba hasta el cercano estanque, donde pescaba peces que servían de entremés en la comida.

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Al atardecer, amigablemente reunidos en su casita de ramas y hojas, comían y charlaban alegremente.

Hasta que un mal día el Gamo, que estaba paseando por el bosque, regresó asustado y dijo a sus compañeros:

– ¡Amigos, un cazador armado de arco y flechas se acerca! ¡Sálvese quien pueda!
Cundió el pánico y el Ratón fue a ocultarse en su madriguera subterránea; el Gamo, entre unas plantas; mientras que la Corneja, con un rápido vuelo, fue a situarse en la copa de un árbol. Sólo la pobre Tortuga, incapacitada para moverse con rapidez, cayó en poder del cazador, que la ató bien con una cuerda y se la echó al hombro.

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Cuando el cazador se alejaba con su botín, los tres amigos de la desdichada cautiva salieron de sus escondrijos.
– Tenemos que hacer algo para salvarla – dijo el Gamo.
Acto seguido, se dejó caer como si estuviera muerto, junto a la orilla del estanque, mientras que la Corneja se le ponía encima, como si fuera a comérselo.

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El cazador, al ver aquello, cayó en la trampa: dejando a la Tortuga en el suelo, corrió hacia el estanque. Éste fue el momento que aprovechó el Ratón para roer la cuerda que apresaba a la Tortuga.
Por su parte, el Gamo y la Corneja, al ver acercarse al cazador, escaparon raudos, dejándole asombrado y perplejo. Y todavía lo estuvo más cuando, renunciando a apoderarse del Gamo, regresó al lugar donde había dejado a la Tortuga y no encontró más que los restos de la cuerda con que la había atado.

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Protestando contra la astucia de los animales, el cazador se quedó sin pieza alguna, mientras el Ratón, la Tortuga, el Gamo y la Corneja celebraban alegremente su salvación.

Porque, por poderoso y fuerte que uno sea, nunca vencerá a los débiles que se agrupan sólidamente. Recordad esto: la unión hace la fuerza.

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