¿Alguna vez te has preguntado a ti mismo por qué se trabajan 7-8-9 o más horas al día de forma rutinaria?
¿te gustaría poder trabajar 4 horas al día o menos?
Seguramente quieres dinero. Lo quieres porque crees que el dinero te garantizará una vida feliz, llena de comodidades y con la libertad absoluta para hacer lo que quieras. Y es muy posible que para lograr esas metas, estés trabajando todos los días desde las 9 hasta después de las 5, sacrificando en ello tu felicidad, tu confort y también tu libertad (como diríamos Dany y yo, esclavos de traje y corbata).
Si tienes suerte, y no te toca trabajar los fines de semana, es muy posible que cuando llegue el sábado estés tan agotado que apenas tengas ánimos para echarte en un sofá a ver la televisión (Mkt2World recomienda no ver la televisión nunca) y recuperar fuerzas para el próximo lunes.
Si lo piensas, más que poseer un millón de dólares, quieres experimentar lo que todo ese dinero puede proporcionarte. Y resulta que hay dos cosas que no son como nos han enseñado desde pequeños… ni en la universidad…
Ni es necesario trabajar 40 horas para conseguir unos ingresos altos, ni tampoco son necesarias unas ganancias exorbitantes para llevar la vida que usted desearía.
A finales de los 80, los japoneses acuñaron el término Karoshi, que significa “muerte por exceso de trabajo“, para designar el creciente fenómeno de derrames cerebrales y ataques cardíacos en asalariados y ejecutivos que trabajaban sin descanso.
No tiene mucho sentido desperdiciar los mejores años de la vida matándose para ser feliz en un futuro incierto. Pasarlo bien en el presente y tener dinero en el futuro no son dos cosas excluyentes; basta con hacerse dueño de su tiempo, dejar de aplazar su felicidad y diseñar su vida con mayor perspicacia.
Lo primero es tenerlo y hay dos formas: la legal y formal en amazon o en cualquier librería… o la gratuita y pirata…
Después de buscar varios sitios en internet éste es el único que funciona: http://lasemanalaboralde4horastimferrispdf.blogspot.com.es/
Aunque lo recomendable es ir creando nuestra propia biblioteca.
El autor del Libro

Tim Ferris es considerado como el “Indiana Jones de la era digital”, y orgullosamente también se considera un conejillo de indias humano, un bailarín de tango, un ángel inversionista, un hacker de la vida, filántropo y uno de los mejores estrategas de marketing personal del nuevo siglo. Es un poco difícil de explicar qué es lo que realmente Tim hace en la vida, pero sus facetas son tan variadas que uno nunca sabe qué esperar de sus proyectos.

Hoy en día está viviendo la vida que muchas personas están deseando tener: viaja e inicia negocios por todo el mundo, promueve acciones en su blog para tener una mejor vida, genera dinero en Internet prácticamente sin hacer nada, dona más del 10% de todos sus ingresos, invierte en compañías nuevas (startups/angel investor), da consejos a compañías Top 500 Fortune, disfruta de los mini-retiros más de 6 veces al año, tiene un negocio bajo su nombre, lo siguen en las redes sociales más de 400mil personas, entre muchas otras cosas más.

Existe más en la vida que ser un esclavo del tiempo laboral que tienes que hacer por alguien o una compañía más. Solamente si lo deseas con toda tu energía, te esmeras y prácticamente das todo por lograrlo, podrás trabajar menos horas que las reglas de la sociedad te permite. Él personalmente logró tener un negocio en cual solamente trabajaba 4 horas a la semana y al mismo tiempo se encontraba en Buenos Aires intentando romper el récord mundial en baile de tango.

Para entender más sobre el modo de vida (mejor conocido como diseño de estilo vida lifestyle design) que Tim nos ofrece, vamos a desglosar en cuatro partes los puntos básicos. El método propiciado se llama DEAL, que significa: Definición, Eliminación, Automatización y Liberación.

Definición

“Todo lo comúnmente aceptado como cierto es falso”
Oscar Wilde
Resulta bastante ambiguo decir que el objetivo de una vida es la felicidad y que la mayor desgracia es el fracaso. “Felicidad” y “fracaso” se refieren a estados prolongados en el tiempo que cada persona entiende a su manera y sobre cuya definición resulta difícil llegar a un consenso; de ahí que pueda resultar bastante impreciso aducir que la felicidad es el objetivo de la propia vida. Es más fácil y menos relativo establecer cuándo las cosas no andan bien, y una forma práctica de medir un fracaso en concreto la da el aburrimiento: estar aburrido es perderle el sentido a la existencia.
Del otro lado del espectro se ubican la ilusión y el entusiasmo, así que un objetivo concreto para la vida puede ser el alcanzarlos. Para ello, es necesario encontrar actividades alternativas que generen ilusión y el trabajo no debe concebirse como una excusa para postergar ese fin, sino como un medio para conseguirlo. Esto no significa que haya que dejar de trabajar, pues el ocio es perjudicial y su exceso es corrosivo, sino que se deben priorizar las actividades que son más gratificantes y que generan mayores ilusiones, y poner el trabajo al servicio de ellas.
Para algunos, dedicar más tiempo a aprender lenguas, a viajar o a practicar nuevos deportes que a trabajar en una oficina, puede resultar una insensatez. Pero en general, quienes cometen “insensateces” son quienes encuentran mayor sentido a sus vidas y, adicionalmente, quienes más transforman la realidad del mundo. La verdad es que esos cursos de acción no sólo no son “insensatos”, sino que además son mucho más fáciles de seguir de lo que se piensa. De hecho, alcanzar las grandes metas que todos consideran realistas exige mucho más esfuerzo, pues hay millones de personas detrás de ellas. Es mejor pescar donde menos pescadores concurren.
Entre las creencias erróneas que impiden a las personas hacerse dueñas de su propio tiempo, destacan las siguientes:
  • La jubilación es la meta o redención final de una vida. En realidad, no es más que un seguro por si uno se ve imposibilitado para generar ingresos en la vejez, pero no es en sí misma la panacea que le garantizará una vejez de lujo y confort. De hecho, el monto de las jubilaciones suele ser inferior a lo esperado y cuanto más se prolonga la vida, más se devalúa este ingreso por causa de la inflación. Es conveniente prever lo peor y ahorrar con juicio para una pensión, pero hay que darle a la jubilación su verdadera dimensión.
  • El interés y la energía son lineales, así que cuanto más trabaje, más produce. La verdad es que su capacidad, su interés y su resistencia mental son cíclicas: por momentos crecen, por momentos decrecen. No es entonces más productivo quien más tareas acumula en menor espacio de tiempo, sino quien sabe distribuirlas en armonía con su naturaleza, pues al trabajar en los momentos en los que el interés y la energía están más despiertos, se es muchísimo más productivo.
  • Hacer menos es vagancia. Por el contrario, realizar trabajos triviales para no enfrentarse a lo esencial y soportar la existencia que impone el medio, dejando que los otros tomen las decisiones centrales de la vida por uno, eso es debilidad de espíritu y vagancia. Lo importante no es estar ocupado, sino ser productivo.
  • Para cada cosa hay que esperar el momento preciso. En la práctica los momentos adecuados no existen y, de hecho, para la mayoría de las cosas que importan, el momento siempre es pésimo. Las condiciones nunca son las ideales y hay que obrar en consecuencia.
  • Es mejor abstenerse de actuar que hacerlo sin permiso. Antes bien, siempre que no se le vaya a causar daño a los otros, es mejor pedir perdón que pedir autorización. La gente tiende a denegar su permiso por razones emocionales que no tienen gran justificación, pero cuando ven los hechos consumados pueden sentirse contentos de algo que no hubieran aceptado. Es preferible atreverse a intentar algo y después justificarse.
  • Para evitar algo indeseable es mejor alejarse al máximo de ello. Al revés, cuando las cosas se llevan al extremo suelen convertirse en lo contrario de lo que se busca. Así, el exceso de ayuda se convierte en molestia o el pacifismo exacerbado se torna fácilmente violento.
  • El dinero es la solución a todos los males. Esta creencia es un pretexto para excusar la incapacidad o el temor de hacer cosas, arguyendo que no se tiene dinero para ellas, y es la que conduce a consumir toda la vida tratando de acumular dinero para nunca disfrutarlo. En realidad, la libertad y la felicidad exigen mucho menos dinero del que se piensa.
  • Es más rico el que más dinero recibe al mes. En realidad, los ingresos que más importan no son los absolutos, que se miden teniendo en cuenta únicamente el dinero que entra, sino los relativos, que se miden en función de la relación existente entre el dinero que entra y el tiempo invertido en producirlo. En ese sentido, es más rico quien gana 1.000 dólares a la semana trabajando 2 horas diarias, que el que gana 4.000 trabajando todos los días de 9 a 5.
  • Todo estrés es negativo. Aunque hay estímulos que debilitan, dañan y restan la confianza en uno mismo, a los cuales se les llama distrés, existen otros que empujan a superar las propias limitaciones y que obligan a salir de la comodidad para aprender: a estos se les llama eustrés. El secreto es saberlos distinguir, potenciando los segundos y reduciendo los primeros.

 

Tenga en cuenta que, por lo general, lo que más miedo nos da hacer es lo que más necesitamos hacer. Aborde las preguntas centrales sobre el sentido de su existencia y tome sus propias decisiones.

Eliminación

Es posible que, cuanto más ocupados nos vean los demás, más importante nos consideren, y quizás ésta sea la causa de que tantas personas malgasten sus horas en un sinnúmero de tareas que, además de ser inútiles, suelen resultar contraproducentes. Grandes ejecutivos se pasean por los pasillos de sus oficinas a altísimas velocidades con un teléfono en cada mano, carpetas y papeles debajo de los brazos y dando órdenes a diestro y siniestro, como si quisieran multiplicar el tiempo que dura cada minuto. Se podría decir que son eficientes, en la medida en que logran realizar sus múltiples tareas de la manera más económica posible, pero difícilmente se podría decir que son eficaces, en la medida en que no están haciendo lo necesario para alcanzar sus propias metas.
No se engañe. Cerca del 80% de lo que ocupa su tiempo y le hace sentirse importante no representa ningún aporte a la verdadera consecución de sus metas. Para llegar a ser dueño del propio tiempo hay que comenzar por eliminar todas aquellas actividades que sólo hacen ruido: el hecho de hacerlas de la mejor forma o en tiempo récord no las vuelve trascendentes. De hecho, la ocupación permanente en tareas inútiles no suele ser más que un pretexto para evitar unas pocas acciones incómodas que son las verdaderamente importantes. ¿Está usted siendo productivo o simplemente activo? ¿Se está inventando cosas que hacer para evitar las más elementales?
Conseguir sus metas realizando menos tareas no sólo es posible, sino que es obligatorio. Vilfredo Pareto, economista italiano, estableció un principio que se ha hecho conocido como “el principio de 80/20”: el 80% de toda producción procede del 20% de los insumos utilizados. Cuando Pareto enunció este postulado, hacía alusión a la desigualdad en el ingreso que él pudo constatar en su país, pues el 80% de los ingresos estaban en manos de un 20% de la población. Sin embargo, su fórmula no se limita a explicar ese fenómeno de la distribución: posteriormente ha dado origen a múltiples aplicaciones en diversos campos, como aquellas que dicen que “el 80% de las consecuencias se deriva del 20% de las causas” o que “el 80% de los resultados proviene del 20% de los esfuerzos y recursos invertidos.”
Utilizando este tipo de análisis, concluí que de mis 120 clientes mayoristas, sólo 5 me proporcionaban el 95% de los ingresos. De modo que suprimí el contacto con los otros 115, reduciendo más de 20 veces el tiempo que invertía en esa tarea, y experimentando un descenso casi irrisorio en mis ingresos. Haga usted también esa “liposucción analítica”, preguntándose cuál es el 20% de las causas que originan el 80% de sus problemas, y cuál el 20% que produce el 80% de sus alegrías.
Pareto no es el único que ofrece una explicación científica que justifique el hecho de que para conseguir más haya que hacer menos; igualmente lo ha demostrado la ley de Parkinson, según la cual “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”. Normalmente, uno le otorga más importancia y complejidad a aquellas tareas que tienen un plazo de realización menor; si esa misma tarea que puede cumplirse en un día se hace en una semana o en un mes, uno terminará yéndose por las ramas, añadiendo aspectos innecesarios y perdiendo el rumbo. El hecho de tener un plazo límite y breve obliga a centrarse en lo que de verdad importa: por eso las tareas resueltas en menos tiempo, que exigen un nivel de concentración y concreción mucho más alto, resultan siendo iguales o mejores que aquellas que se realizan en plazos de tiempo excesivos.
Es posible que, en alguna ocasión, un compromiso urgente le haya hecho abandonar la oficina más temprano de lo habitual, obligándole a realizar el trabajo pendiente en un tiempo más corto. En casos así, ¿no le ha sorprendido su facilidad para hacer en dos horas lo que generalmente le llevaría un día entero de oficina?
Al combinar estos dos métodos -limitar las tareas a las más importantes (80/20) y dedicar menos tiempo de trabajo a esas tareas precisamente (Parkinson)-, no sólo trabajará usted menos, sino que verá un aumento inmediato en su productividad. El horario laboral de 9 a 5 es una convención social muy arraigada, pero no deja de ser una imposición arbitraria, y así como son 8 podrían ser 15 (por fortuna no lo son). Posiblemente, su conciencia esté más tranquila después de haber perdido 8 horas en una oficina elaborando informes inútiles que dedicando 6 horas a sus actividades personales tras haber conseguido dos horas muy productivas. Pero deténgase a pensar cuánto de eso tiene sentido y hasta qué punto ese mensaje social no revierte en contra de su propia libertad.

 

Automatización

“Un hombre es rico en proporción al número de cosas que puede permitirse desatender”
 Henry David Thoreau
Una vez que ha reducido sus tareas a las meramente esenciales, es hora de poner sus negocios a funcionar de forma autónoma. Puede usted limitarse a crear un sistema funcional, establecer una serie de reglas para operar y contar así con una empresa productiva que camine por sí misma sin necesidad de su presencia continua. Incluso, como me he dado cuenta en mis propios negocios, el impulso de hacerlo todo y de estar en todas, no sólo consume más tiempo del que cualquiera podría disponer, sino que entorpece los procesos colectivos generando y agravando los problemas.
Cuando un directivo exige que todas las decisiones tengan que pasar por él, está creando o ahondando los problemas de su organización. Por el contrario, cuando sabe delegar responsabilidades y permite que los miembros de la organización actúen de forma autónoma, el sistema mismo será capaz de afrontar las dificultades y aumentará vertiginosamente su productividad.
El negocio ideal para quienes quieren ser dueños de su propio tiempo consiste en un vehículo automatizado de generación de dinero que no consuma demasiado tiempo de trabajo. He llamado a este tipo de negocios “musa” y Brain Quicken representa un claro ejemplo, con millones en ventas cada año. Puede sonar complicado, pero crear un negocio de esta naturaleza es mucho más sencillo de lo que parecería. Habrá que seguir para ello una serie de pasos fundamentales.
[NOTA: si está pensando en montar su propio negocio, estos pasos le serán muy útiles; si usted está lejos de convertirse en un emprendedor, puede avanzar hasta la siguiente sección donde seguir leyendo sugerencias para conseguir ser el amo y señor de su tiempo.]
1. Elegir un nicho de mercado al que sea fácil llegar. Como es mucho más fácil satisfacer una demanda existente que crear una nueva, es preferible comenzar por definir el mercado al que quiere dirigir su negocio antes de pensar en cuál será el producto que ofrecer. Adicionalmente, cuanto más concreto y restringido sea el mercado seleccionado, más fácil será adelantar estrategias para llegar a él. Así, por ejemplo, publicitar un producto para jóvenes resulta costoso, mientras que hacer lo mismo con un producto para jóvenes deportistas amantes de la lectura (que a pesar de ser un mercado bastante limitado, sigue siendo muy amplio), termina siendo mucho más sencillo y productivo. Basta, por ejemplo, con anunciarse en publicaciones especializadas o en las organizaciones que agremian a este grupo. 
Por otra parte, para conocer mejor las necesidades del mercado objetivo y no especular en relación con ellas, conviene formar parte del grupo al que dirigirá su producto. Por todo lo anterior, para la elección adecuada del nicho es conveniente resolver estas preguntas:
  • ¿A qué grupos pertenece, ha pertenecido o qué grupos conoce? Tenga en cuenta sus aficiones, sus estudios, su profesión o sus orientaciones.
  • ¿Cuáles de esos grupos tienen sus propias revistas? Limite la lista anterior a aquellos grupos a los que se pueda llegar a través de una o dos revistas concretas.
  • ¿Cuál de los anteriores es el más conveniente? Averigüe cuestiones como la difusión y el costo de pautar en las diferentes revistas para poder predecir el éxito y el valor de sus campañas de marketing. Adicionalmente, inclínese por aquellos mercados que conozca más de cerca.

2. Encontrar ideas para productos. Antes de comenzar cualquier inversión en pruebas de producto y de marketing, defina con claridad un buen producto que sea fácilmente comercializable en el nicho seleccionado. Para ello, tenga en cuenta lo siguiente:

  1. El beneficio principal se debe poder expresar en una frase corta y concreta: es fundamental que la utilidad del producto sea clara para todos y que nunca se malinterprete o deje de entenderse el mensaje. Desde antes de disponer del producto, conviene simplificar su imagen y su posible publicidad. Lo ideal es no avanzar hasta no tener pensado un producto cuya esencia pueda transmitirse en una sola frase.
  2. El rango de precios debe estar entre 50 y 200 dólares: la mayoría de productos están por debajo de los 50 dólares, por lo que en esa franja la competencia es más dura. Los productos demasiado costosos, por su parte, despiertan demasiadas dudas en los clientes, que además suelen buscar una atención personalizada para sentirse cómodos y tranquilos antes de comprar, disparando con ello los costes de marketing. Ubicar su producto en un rango ni muy barato ni muy caro aumentará su valor percibido, creará una imagen exclusiva, le exigirá vender menos unidades para ganar más dinero, aumentará sus márgenes de beneficio y atraerá clientes más fáciles de atender y de mantener (pues generalmente quienes compran productos más costosos preguntan menos, pagan más rápido y efectúan menos devoluciones). En general, los productos entre 50 y 200 dólares permiten un beneficio alto con las menores molestias de atención al cliente.
  3. No deberán emplearse más de 3 ó 4 semanas en fabricarse: para facilitar las ventas en un sistema automatizado resulta preferible no acumular mercancías e ir produciéndolas a medida que se van vendiendo. Muchas compañías demoran la entrega de sus productos en un plazo cercano a un mes, ganándose el tiempo suficiente para encargar la producción de cada orden. Si quiere conocer los tiempos de fabricación de los productos, debe contactar con fabricantes especializados.
  4. Deberá poder explicarse con unas pocas “preguntas frecuentes”: Las FAQ (Frequently Asked Questions) son una alternativa fácil y económica para atender al público. Cuando su producto disponga de una página web que lo publicite, podrá colgar una sección de preguntas y respuestas frecuentes que le ahorrará muchos gastos en servicio al cliente.

3. Obtener un buen producto para comercializar. Para crear una empresa “auto-funcional”, cuenta usted con tres opciones básicas: seleccionar un producto existente y limitarse a distribuirlo; licenciar un producto inventado por alguien para producirlo y distribuirlo; optar por crear un producto nuevo, registrarlo, producirlo y comercializarlo.

En el primer caso, su trabajo no será muy dispendioso y obtendrá descuentos de hasta el 40% al comprar el producto al por mayor: la ganancia es fácil, pero es limitada. En el segundo caso, deberá abonar al dueño del producto o licenciador una comisión (que suele estar entre el 3% y el 10%) y luego fabricar y vender el producto llevándose el porcentaje restante: más trabajo y más ganancia. En el último caso, que es el ideal para quienes quieren convertirse dueños de su tiempo, podrá usted obtener enormes ganancias realizando unas tareas mucho más sencillas de lo que se piensa.
El hecho de que usted no sea diseñador ni ingeniero no le impide inventar un producto. Basta con tener una buena idea y saber acudir a las personas que sabrán materializarla. Si su invento es un producto físico, podrá contratar a alguien para que lo diseñe o realice un prototipo del objeto, según sus indicaciones, y cuando llegue el momento apropiado, llevar el modelo a una empresa de fabricación para que lo empiece a producir. Aunque en general producir objetos y dispositivos es una excelente idea, su ejecución suele ser compleja y requiere herramientas especiales. Por eso, la facilidad y la rentabilidad aumentan cuando se trata de infoproductos, que además de ser baratos y rápidos de fabricar, tardan más tiempo en ser copiados por la competencia.
Los infoproductos son productos informativos que enseñan a hacer algo o contienen conocimientos especializados sobre una materia. Se puede diseñar, como hice yo mismo, un curso de lectura rápida y presentar el producto completo en un paquete de entre 50 y 200 dólares, que incluirá algunos CDs, un folleto informativo y una guía de instrucciones. Un infoproducto puede contener información creada por usted mismo, basada en su experiencia y conocimientos; producida por un experto contratado para ese fin y a quien se le retribuye con una cantidad fija o con un porcentaje sobre las ventas; o tomada de fuentes de dominio público que no están sujetas a derechos de autor.
En cualquier caso, su prestigio en la materia es la clave para atraer clientes, pero no se preocupe: esto no significa que tenga usted que ser el experto más reputado en ese campo, basta con que sepa más que un pequeño número de potenciales clientes al que estará dirigido el producto. Además, la reputación es en gran medida un reconocimiento social, y ese estatus se puede adquirir mucho más rápidamente de lo que quizás piense.
4. Probar el negocio. Antes de lanzar el producto al mercado y asumir los elevados costos de producción, es conveniente realizar una serie de pruebas de marketing, pues la intuición y la experiencia nunca bastan para determinar si un producto será rentable.
Uno puede preguntarle a la gente si estaría dispuesta a comprar cierto producto, y aunque digan que sí, seguramente no se lo comprarán cuando usted llegue a ofrecérselo después de haber invertido un dineral en su producción. Por eso, si quiere saber si la gente compraría o no el producto, lo ideal es comenzar por ofrecerlo en venta, e Internet constituye una herramienta muy adecuada para este tipo de mercadeo.
El proceso comienza por estudiar las páginas web de los competidores para averiguar cómo ofrecen ellos sus productos e identificar las estrategias más exitosas. Herramientas como www.alexa.com permiten conocer el tráfico de los sitios en Internet y saber qué concurrencia tienen sus futuros competidores y de dónde proceden sus clientes.
Lo siguiente es crear una sencilla página web con frases claras y concretas en la cual ofertar su nuevo producto. Para eso, habrá que comprar un dominio por aproximadamente 10 dólares al año (en lugares como www.namecheap.com o www.godaddy.com); contratar el alojamiento en una empresa (www.bluehost.com, por unos 7 dólares al mes); diseñar la página, bien uno mismo valiéndose de programas como Dreamweaver de Adobe, bien contratando a un experto en un mercado de servicios profesionales (como www.elance.com o www.guru.com), en los que personas de todo el mundo ofrecen sus servicios a precios muy competitivos.
Lo ideal es comenzar con una página poco complicada que anuncie el producto. En ella deberían incluirse testimonios que hagan énfasis en aquellos aspectos que lo diferencian de la competencia, una sección de preguntas frecuentes (FAQ), imágenes tomadas por usted o extraídas de catálogos de imágenes (como www.freestockphotos.com o www.gettyimages.com) y un botón con la etiqueta “comprar”. Este botón lleva a una segunda página en la que se explica que el producto no se encuentra disponible actualmente, pero ofrece la posibilidad de que el cliente deje sus datos para comunicarse con él tan pronto como la producción esté lista.
Ahora hay que publicitar la página de Internet. Una excelente forma de hacerlo es usando Google Adwords, que es el motor de pago por clic (PPC) más grande y sofisticado que existe. En términos muy sencillos, se trata de una herramienta para publicitar un producto en Google, el cual aparecerá en un recuadro resaltado a la derecha de la página de Google cada vez que alguien busque un término relacionado con dicho producto. El anunciante paga una suma muy pequeña cada vez que alguien hace un clic para visitar su página.
Por último, hay que analizar cómo reacciona la gente ante el producto y cuántas intenciones de compra se producen. Para esto se puede utilizar un software de prueba (como www.optimost.com o www.vertster.com), que va presentando a los visitantes distintas versiones de una web de forma aleatoria y luego hace cálculos de cuáles fueron los diseños más efectivos (en términos de quiénes pinchan en el botón de compra). Otras herramientas adicionales, como Google Analytics o www.clicktracks.com, permiten hacer un análisis detallado del tráfico de su propia web y, por ende, de la demanda que tiene su producto.
5. Fases de la comercialización. En un inicio, es mejor realizar uno mismo la distribución y venta del producto para familiarizarse con el mercado, conocer sus particularidades, perfeccionar la sección de FAQ y conocer las indicaciones que tendrá que dar a otros cuando comience a delegar. Pero a medida que vaya creciendo el negocio, deberá reducir su injerencia, la cual tenderá a convertirse en obstáculo antes que a facilitar el funcionamiento de los procesos.
Cuando sepa que el producto tiene salida comercial, es el momento de diseñar una estrategia para que el negocio marche por su cuenta, haciendo que el motor sean los procesos y no las personas. Ello consiste en montar una estructura virtual sostenible, con unas reglas de funcionamiento que permitan a otros resolver las cuestiones y eventualidades que puedan ir surgiendo durante el camino. Si quiere construir una estructura de este tipo, tenga en cuenta las siguientes etapas:
  1. Entre 0-50 unidades de producto: realice usted mismo la atención a los clientes, la distribución, la entrega y el acompañamiento de los productos.
  2. 10 unidades de producto por semana: contrate empresas de distribución y entrega que se encarguen de los envíos, escoja a un grupo de personas para atender correos electrónicos y llamadas de los clientes que preguntan por el estado de los envíos, negocie tarifas y haga que el fabricante le envíe los productos directamente a ese distribuidor.
  3. Más de 20 unidades de producto por semana: busque casas de distribución y entrega que se ocupen de todo el proceso de venta, de principio a fin, incluidos el seguimiento de los envíos, el trámite de las garantías y la devolución de mercancías por parte de los clientes.

6. Montar una estructura virtual sostenible. Una vez que su producto ha alcanzado un cierto umbral de producción, es hora de que usted se sustraiga del proceso, aumentando su tiempo libre e incrementando la productividad del negocio. Siga, para eso, las siguientes recomendaciones:

  1. Subcontratar empresas que se especialicen en distintas tareas. Para garantizar la continuidad del trabajo es preferible dejar las distintas responsabilidades en manos de empresas especializadas, más que en individuos que actúan en nombre propio.
  2. Asegurar vías de comunicación entre todos los subcontratados. Para que el negocio pueda crecer en escala, debe usted eliminarse a sí mismo como cuello de botella en los procesos, y garantizar que la información fluya entre todos los empleados y sean ellos quienes resuelvan los problemas entre sí. Para esto conviene autorizarlos a tomar decisiones que impliquen un gasto hasta cierto monto (por ejemplo, por debajo de 200 dólares).
  3. No dar muchas opciones al cliente. Cuanto más ofrezca, más cargas y obligaciones se está autoimponiendo y mayor indecisión estará generando en los clientes, por lo que reducirá sus ventas. El mejor servicio al cliente no es el que atiende todos sus caprichos, sino el que ofrece un buen producto a un precio aceptable y resuelve de la debida forma todos los problemas justificados que se presentan. Limite sus opciones de compra y de envío, y evite también los envíos al extranjero, ya que resultan muy complicados y costosos.
  4. Filtre a los clientes. Evite los clientes problemáticos, impidiéndoles incluso que le encarguen pedidos, y concéntrese en los buenos. Quienes gastan lo mínimo y piden lo máximo desde el principio seguirán haciéndolo después, mientras que los que más gastan son los que menos reclaman. Diseñe estrategias de filtraje y evite ofrecer productos gratuitos, que tienden a atraer a los peores clientes.
  5. Ofrezca una garantía “perder – ganar”. Una garantía de este tipo es la que utilizó la pizzería Domino´s al asegurar que, si la entrega se demoraba más de 30 minutos, el pedido sería gratuito; es también de la que me valgo cuando ofrezco una garantía del 110% en Brain Quicken, devolviendo al cliente insatisfecho su dinero más un 10% adicional. Aunque una garantía así parece arriesgada, porque puede generar los abusos de los consumidores, ha demostrado excelentes resultados. Además, si el producto realmente es de calidad, los problemas serán mínimos, puesto que la mayoría de las personas son honradas. Cuando introduje esta garantía en mi negocio, las ventas aumentaron en un 300% y las devoluciones disminuyeron.
  6. Defina cuestiones de marketing. Piense en cuestiones como eliminar la vía de atención telefónica valorando su utilidad en contraste con sus altos costos; considere la posibilidad de realizar la distribución en otros países, usando un servicio como www.bjgd.com, que ubica sus productos en los estantes de los almacenes más importantes del mundo, o pruebe a que una celebridad anuncie su producto, algo que no es demasiado costoso y se consigue fácilmente en lugares como www.celebrokers.com.

 

Cuando tenga su empresa caminando sola, ha llegado el momento de liberarse de las ataduras que impone la jornada laboral.

 

Liberación
Si quieres conocer esta última parte en el Resumen de La semana Laboral de 4 horas… ¡Comparte y Disfruta!
Lo que define a una persona que es dueña de su propio tiempo es su capacidad de moverse sin ataduras. No importa cuándo ni desde dónde trabaje, lo importante es que cuide bien aquellos detalles mínimos que sus negocios requieren para seguir funcionando. Si usted es su propio jefe será muy fácil lograrlo, pues no tiene que rendir cuentas a nadie de sus acciones. El hecho de que usted sea un trabajador empleado no significa que este ideal sea imposible, simplemente exige unos pasos y unas obligaciones específicas.
Quienes trabajan en una compañía y quieren aumentar su disponibilidad de tiempo, aumentando su productividad y derivando más espacios para sus actividades favoritas, deben ganarse ese derecho. Cuanto más valioso resulte usted para la compañía, más poder tendrá para negociar sus condiciones laborales, de modo que si quiere zafarse de los horarios, sin necesidad de perder su puesto ni reducir su productividad, siga las siguientes pautas:
  • Intente que su empresa invierta en usted (en cursos y formación) para aumentar su valor relativo y evitar que, cuando usted haga las siguientes propuestas, ellos puedan contemplar la posibilidad de despedirlo.
  • Utilice un programa como www.gotomypc.com, que le permite acceder a su equipo de la empresa desde otro ordenador, para poder trabajar desde casa o desde otro lugar diferente a la oficina, accediendo a los archivos y documentos que se encuentran en ésta.
  • Organice cuidadosamente las tareas por realizar, eliminando lo insustancial y fijándose plazos de ejecución breves (recuerde el principio de 80/20 y la ley de Parkinson), y haga la prueba de trabajar un día fuera de la oficina, cuantificando sus rendimientos para poder tener un argumento práctico.
  • Proponga un periodo de prueba revocable y aprovéchelo bien. Puede comenzar por una temporada trabajando un par de días desde casa, e ir aumentando poco a poco las ausencias del trabajo. En todos los casos, e independientemente de si trabaja en su casa o en una playa del Caribe, realice una excelente labor para demostrar a su empresa la utilidad de no estar en la oficina.
  • Continúe ampliando sus plazos y utilice para ello argumentos basados en la evidencia. Exponga, por ejemplo, el tiempo que ahorra gracias a no tener que desplazarse o cómo el silencio de su casa favorece su concentración. Haga sus ausencias cada vez más frecuentes y prolongadas, hasta que se den las condiciones para dar el salto definitivo hasta su autonomía total en el manejo del tiempo.
  • Recuerde que se trata todo de una negociación con sus superiores y que por ello hay que saber elegir el momento apropiado para dar las noticias, cuando en la empresa tengan pruebas de que les conviene aceptar sus proposiciones. Conseguir lo que uno quiere depende más de cuándo se pide que de la forma en que se solicita.

 

Así, sea usted empleado o independiente, la meta es llegar a disponer libremente de su tiempo de trabajo, para utilizarlo de forma eficaz, y poder realizar otras actividades que considere más relevantes. Dicha libertad exige un esfuerzo (que no tiene nada que ver con trabajar mucho) y debe usted estar dispuesto a asumir riesgos e, incluso, a dejar su trabajo si es necesario.
Si se aventura en este camino, no sólo tendrá que sortear numerosos obstáculos externos (pues muchas veces a los demás les molesta que alguien trabaje sólo unas pocas horas), sino que también deberá encarar una serie de limitaciones personales y mucho más complejas, que se reflejan en aquellas voces interiores que lo asustan diciéndole cosas como “si te vas es para siempre”, “no tendrás ni un centavo para pagar los recibos”, “te quedarás sin seguridad social en salud y pensión” o “esas locuras dañarán tu currículum”. Pero aunque estas ideas estén muy arraigadas en usted, no son más que tabúes y falsas creencias. Por el contrario, si se atreve a llevar una vida nueva de mayor libertad, las puertas para volver al tipo de vida que actualmente tiene siempre seguirán abiertas. Si ha logrado sobrevivir hasta este momento notará que es muy sencillo seguir haciéndolo en el futuro, y aunque tenga que enfrentar algunas privaciones momentáneas, éstas nunca son tan graves como la imaginación llega a concebirlas. Si cree que los independientes no tienen seguridad social, se equivoca: basta con un par de llamadas para disponer de un plan a su medida. Y, por último, si acumula experiencias interesantes, viaja mucho y se vuelve autónomo en el manejo de su tiempo, su hoja de vida no se devaluará ¡sino todo lo contrario!
Una vez ganada su libertad para moverse libremente y disponer de su tiempo, es hora de disfrutar más el presente, darse gustos y explorar el mundo. A pesar de la creencia habitual, los mayores placeres y los grandes viajes no están reservados a los millonarios, sino a quienes se deciden por ellos. Un modelo de vida itinerante es muchísimo menos costoso de lo que se suele creer, y siempre es posible poner al servicio propio las diferencias entre las divisas. Tal como hago yo mismo, usted puede contratar servicios en la India pagando una nómina en rupias, vender productos en Estados Unidos devengando en dólares (o mejor aún, hacerlo en Europa o en Japón) y vivir una vida en un país latinoamericano o asiático a costos muy reducidos.
La costumbre de las personas es trabajar unos 40 años, para luego tener una jubilación que puede durar otros 40. Es decir, la norma general es esperar a disfrutar las posibilidades que ofrece el tiempo libre cuando se es demasiado mayor como para atreverse a las aventuras o a emprender travesías que llenen la vida de ilusión. ¿Por qué no mejor organizar estos tiempos y traer al presente las jubilaciones, de manera que en lugar de trabajar 40 años y descansar otros 40, intercale usted una cosa y la otra? En eso consisten las minijubilaciones.
Más que turismo, una persona dueña de su tiempo puede permitirse la posibilidad de vivir largas temporadas en distintos países y conocer a fondo sus culturas, lenguas, tradiciones y modelos de vida. Las vacaciones tradicionales suelen ser de 10 días al año, después de haber trabajado 50 semanas, y la gente intenta conocer un país o incluso un continente (con todos sus museos) en ese corto espacio de tiempo. En ese sentido, las minijubilaciones son una forma de “anti vacación” cuyo objetivo es vivir otras culturas y aprender de ellas.
Para lograr hacerlo, hay que romper una serie de hábitos obsoletos que la falta de movilidad habrá ido creando en usted. Debe aprender a reducir el ritmo, deshacerse de costumbres trasnochadas, romper con esquemas nocivos, no juzgarse a sí mismo permanentemente y aprender a conocerse y redescubrirse a sí mismo. No se trata de tener más tiempo para perderlo (algo que sólo causa angustia y desasosiego), sino para utilizarlo en aquellas actividades productivas que usted mismo trace para su propia vida. No existe una fórmula universal que diga cómo aprovechar ese tiempo para ser feliz y sentirse bien consigo mismo, pero sí una recomendación general: busque el aprendizaje continuo y préstele servicio a los otros.