En esta ocasión os dejamos 2 de nuestros relatos favoritos en relación a nuestro FUEGO INTERNO ese gran aliado y que siempre debe estar presente para llegar al ÉXITO.

Aún recuerdo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Invierno en Salt Lake City en el 2002. Lo que más me conmovió fue el tema central de la ceremonia que era acerca de encender el “fuego interno”. Mientras admiraba la gran cantidad de atletas quienes seguramente habían soñado durante muchos años el momento en que entrarían a un estadio olímpico, no pude evitar preguntarme cual sería su motivación para trabajar tan duro y tratar de ser los mejores a sabiendas de que sólo unos cuantos obtendrían la medalla de oro.

El comentarista de televisión en turno mencionó una frase del escritor Richard Bach, “Nunca se te proporcionaría un sueño sin el poder para convertirlo en realidad”.

Mi pregunta es: ¿Tienes un sueño? Si la respuesta es afirmativa, entonces ¿Qué es lo que necesitas para encender ese fuego interno? ¿Qué se necesita para que salgas a perseguir tu sueño y convertirlo en realidad? ¿Necesitas conocer los logros de otras personas para motivarte? ¿Necesita ocurrir una gran tragedia para que tomes acción? ¿O tienes la decisión suficiente para encender ese fuego interior dentro de ti?

Para algunas personas el miedo al fracaso es tan grande que simplemente no les permite ni siquiera soñar. En una competencia olímpica puede haber 50 competidores pero sólo tres de ellos obtendrán una medalla. El resto de ellos fracasarán, sin mencionar a los miles que quedaron fuera previamente al no calificar. Sin embargo, eso no los detiene en su búsqueda por alcanzar su sueño. Su liderazgo se mide por su valor y tenacidad para perseguir la meta sin importar los obstáculos.

Como te habrás dado cuenta yo coincido con Bach. No creo que podamos ser seducidos por una imagen de lo que podemos llegar a ser si no se nos ha dado el poder para lograrlo. Las herramientas para hacerlo nos fueron dadas. Una mente, un cuerpo y un espíritu. No permitas que el fuego interno que te fue otorgado tal vez desde hace mucho tiempo se extinga. Sacude el polvo de tu cabeza y revive tu pasión por aquello que deseas lograr. Deshazte del condicionamiento negativo que te ha hecho creer que no estás destinado para la grandeza. Una parte de ti ha estado esperando desde hace mucho tiempo la oportunidad para cumplir con su destino. Tu meta quizás no sea necesariamente ganar el oro, sino construir algo importante en el camino. Un camino que otros seguirán y del que obtendrán inspiración.

La mayoría de nosotros no estamos destinados a ganar una medalla en las Olimpiadas, pero todos tenemos talentos, sueños y deseos que son únicos. Cada vez que le das la espalda a esa parte de ti, tu energía cae, tu pasión se desvanece y otra pequeña parte de ti muere. Por el contrario, cuando empiezas a creer que tus sueños son posibles, tu espíritu se eleva y cosas mágicas suceden a tu alrededor, te va muy bien, la gente responde como tu deseas, encuentras dinero en tu bolsa, etc.

Si, eventualmente tendrás fracasos como cualquier competidor olímpico, a todos nos sucede. Pero asegúrate de convertir el fracaso en el combustible que alimente tu pasión y mantenga tu sueño vivo. No dejes que el fracaso ensombrezca tu vida.

Hay algo que estás destinado a hacer, hay un camino que debes recorrer, un obstáculo que debes vencer. Mientras más sigas tu sueño, más exitoso serás, más riqueza obtendrás y más personas te apoyarán para que lo conviertas en realidad.

Nunca tengas miedo de soñar.


 

Si el fuego interno es la herramienta que nos ayuda a conseguir nuestros objetivos, queremos que en el siguiente relato concluyan que podría representar ese FUEGO INTERNO y como se puede CULTIVAR.

EL JOVEN LEÑADOR

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La tala de árboles es un deporte tradicional en Alaska. Hay leñadores famosos, que manejan el hacha con gran habilidad y fuerza, aunque aprender a ser leñador requiere bastante empeño.

Había un joven que no se conformaba con poco. Quería convertirse en un gran leñador, y decidió buscar al mejor de los leñadores del país.

Quiero ser su discípulo. Quiero aprender a usar el hacha como usted.

El aprendiz se consagró al trabajo, prestó atención a las lecciones del maestro y practicó bastante.

Al cabo de un tiempo, pensó que estaba en mejores condiciones que su maestro. “Soy más fuerte, más ágil, y ya conozco la técnica. Venceré fácilmente al viejo leñador”, pensó. Y desafió a su maestro a competir. Quién cortara más árboles en un plazo de ocho horas sería el mejor leñador.

El maestro aceptó el desafío. El día señalado, el joven empezó con mucha energía. Desafiante, fue cortando un árbol tras otro. De vez en cuando iba a ver a su maestro, y casi siempre lo encontraba sentado, con el hacha en la mano.

“Pobrecillo no puede con su alma”, pensaba el joven, que ya se sentía el nuevo campeón.

Al terminar la jornada, se encontró con una sorpresa que no esperaba: El viejo leñador había cortado muchos más árboles que él.

– Pero, ¿cómo lo has hecho? ¡es imposible! Casi todas las veces que he venido a verle estaba usted descansando.

El viejo sonrió, cogió el hacha y le mostró el corte. Estaba afiladísimo.

– No, hijo mío, yo no descansaba. Estaba afilando el hacha. Por eso has perdido.